“Nos quitaron a los hombres”, la vida de las hijas y las sobrinas de los fusilados en la Guerra Civil
Francisca Bravo | 10/03/2018
- Fidela tiene 90 años y es un ejemplo vivo del sufrimiento de las mujeres una vez acabada la guerra civil. “Pasamos lo que ni te cuento”
- Junto a sus hermanas debió partir a Madrid a ganarse la vida cosiendo, después de que el bando franquista fusilara a sus tíos y a su padre, y encarcelase a su abuela y su madre
- La historia de Fidela es la primera colaboración entre eldiario.es/clm y el proyecto Mapas de Memoria del Centro Internacional en Estudios de Memoria y Derechos Humanos
“Estoy un poco fastidiaílla”, se disculpa Fidela Vera Cardos al teléfono. “Es que ya son 90 años”, continúa. Pero los 90 años no se le notan en el espíritu a esta mujer natural de Abenójar (Ciudad Real) cuando nos cuenta la historia de su vida, que se vio truncada cuando sólo tenía 11 años. El padre y los cuatro tíos de Fidela fueron fusilados durante la Guerra Civil española. Su madre y su abuela fueron encarceladas y su hermana y ella debieron trasladarse a Madrid, para ganarse la vida cosiendo para la alta sociedad madrileña. Un resumen en pocas líneas de una historia de esfuerzo y supervivencia.
“Cuando acabó la guerra tuvimos que huir, porque nos quitaron a todos los hombres. Mi madre en la cárcel, mi abuela en la cárcel… Nos quedamos solas”, recuerda Fidela. Habla en conjunto de su hermana, Vintila, que murió hace un año. “Nos quedamos sin madre, sin padre ni perrito que nos ladre. Nos tuvieron que recoger”, continúa. Fue la familia de su abuela, “que era muy unida”, la que se hizo cargo de las dos niñas, de 11 y 15 años.
La historia de la familia Vera está lejos de ser una casualidad. La represión que sufrieron se debe a que tanto uno de los hermanos de la madre, José Cardos, que también fue alcalde de Abenójar, como uno de los del padre, Santiago Vera, eran dirigentes políticos. “Con mi abuela hicieron muchas herejías en el pueblo: la pelaron, la pasearon por el pueblo, todo lo que quisieron con ella sólo porque era la madre del tío José”, se entristece Fidela. Ella recuerda las discusiones entre su abuela y su tío: “él le decía, madre qué mal ha hecho las chijuelas (herencias), porque no puede haber tanto pobre como tenemos aquí y tanto rico derrochando el dinero”.
Su tío, asegura, sólo quería defender que todos tuvieran “los mismos derechos a vestir, a calzar, a comer”. “Mi tío quería darle a comer a los pobres, nada más que eso”, llora Fidela. “Y luego nosotras hemos tenido que pasar lo que no se sabe. Hambre hemos pasado ni lo que te puedo contar”, afirma la nonagenaria. La oportunidad de ir a Madrid les “trajo suerte”, porque tenían “buenas manos para coser”. “He sido modista de niño y he trabajado para la flor y nata de Madrid”, explica.
“Fue horroroso”
Fidela recuerda los hechos con mucha claridad, aunque han pasado casi 80 años. Cómo fueron “quitandole” los hombres de la familia uno a uno e igual tuvo que salir adelante, siendo todavía una niña. “El primero fue mi padre. A él lo pudimos enterrar, porque vino el cura a confesarlo porque lo iban a matar, pero él dijo que no tenía nada malo que confesar. “No he hecho nada malo”, repetía”, relata Fidela. Nicolás Vera, su padre, fue enterrado en Almodóvar del Campo, pero el resto de las personas están en la fosa común de Ciudad Real, explica. Las niñas se fueron primero a Ciudad Real, y también a Pozuelos de Calatrava. “Estuvimos con ellas, pasando hambre o no. Todas juntas”, rememora.
“Fue una pena que mataran a gente tan buena. Mi tío era de la familia buena del pueblo, él quería igualdad para el pueblo, para que no humillaran a los pobres”, explica. Los hombres de la familia no fueron los únicos que sufrieron: la madre de Fidela estuvo presa en Palma de Mallorca y sus tías y su abuela en la cárcel de Saturarrán en País Vasco. La madre estuvo en la cárcel un año después de que le concedieran la libertad. La familia tuvo que ir a “reclamarla” a la isla: “estuvo cinco años y medio sin hijas, sin marido, sin haber hecho nada más que mucho bien. Fue algo horroroso”, recuerda Fidela.
La vida que empezaron en Madrid fue un nuevo comienzo. “Nos colocamos en tiendas muy buenas para hacer ropa, y así salimos adelante, trabajando muchísimo. Hasta que a los 30 años me casé con un hombre buenísimo y que vivía bien”, recuerda. Sin embargo, también puntualiza que “nos han hecho mucho daño. La pena que nosotras pasamos tan pequeñas cosas tan terribles, como lo que le hicieron a mi abuela en el pueblo”. Sin embargo, también reconoce que la gente del pueblo de Ciudad Real no olvidaron lo que hizo su familia: “el cura dijo que le haría un monumento en la puerta a mi tío José, porque no ha habido persona más decente en el pueblo”. Ella y su hermana han vuelto al pueblo porque “no tienen nada de que avergonzarse”, pero su abuela nunca pudo hacerlo después de estar en la cárcel.
‘Mapas de Memoria’ y eldiario.es/clm
El trabajo que ha llevado a cabo el proyecto Mapas de Memoria, del Centro Internacional de Estudios de Memoria y Derechos Humanos y que ha contado con el apoyo de la Diputación de Ciudad Real ha descubierto historias, personas y memorias que desde eldiarioclm.es creemos que es importante dar a conocer. Trabajaremos en conjunto con los investigadores para ayudar a los lectores a no olvidar con una serie de artículos alrededor de determinados días. Empezamos con el Día de la Mujer y seguiremos con el Día del Padre.
El proyecto recogerá los resultados de su investigación en ‘Muertos en la Paz’, libro que se publicará en mayo de este año.
LEE LA PUBLICACIÓN ORIGINAL EN ELDIARIO.ES