Clara López Gámez (EFE) | 01/02/2020
Una goma de borrar, una petaca, un pañuelo, una horquilla, unas piedras manchadas con la sangre de un ser querido. Objetos cotidianos aparentemente insignificantes pero que esconden una historia, la de los silenciados tras la Guerra Civil, víctimas de la violencia y represión franquista.
Pequeñas pertenencias de muertos, presos o exiliados que son el único rastro que sus familiares conservaron de ellos durante décadas, y casi siempre a escondidas, y que el grupo Mapas de Memoria ha recuperado para que no caigan en el olvido.
Estos investigadores de la UNED han reunido, a lo largo de diez años, miles de objetos en la exposición itinerante “Pequeñas cosas: De cómo los objetos guardaron una memoria perseguida”.
Es una muestra que, según relata a EFE uno de los comisarios, Jorge Moreno Andrés, llama a que los objetos “salgan del armario” y ofrece un lugar desde donde mirar la posguerra española.
Cosas como una cajetilla de tabaco en la que Vicente Verdejo escribió una despedida a su mujer antes de ser fusilado el 29 de octubre de 1940 y que sus familiares han guardado casi ochenta años después de su asesinato.
“Carmen, (en) este momento cojo el lapicero para despedirme de ti y de nuestros hijos, mi Gregorio y mi Vicentita. Carmen muero acordándome de ti. Has sido muy buena, no te mereces lo que estás sufriendo, ten resignación y paciencia. Recibes todo el cariño de este que hasta mi muerte te está queriendo”, reza la despedida.
Muchos de los objetos expuestos, que fueron principalmente conservados por mujeres, presentan arrugas y costuras, cuenta el antropólogo, que reflejan que la relación entre el familiar y el ausente ha sido “muy íntima e intensa”. “Es una memoria que ha tenido que coserse para que sobreviva. Arrugarse, susurrarse y esconderse”.
Para sobrellevar la pérdida, a falta en muchos casos de un cuerpo al que dar sepultura, éste se sustituyó por una imagen: “El proceso de duelo en muchas casas ha sido ampliar una fotografía y ponerla en una alcoba. El cuerpo fue sustituido por una imagen”.
FRENTE A LA REPRESIÓN, LA RESISTENCIA
En 1939 Franco impuso la orden a los padres de cambiar los nombres “exóticos o extravagantes” de sus hijos, como Libertad o Trotski, por el del santo del día en que nacieron o el más venerado en la localidad.
La exposición muestra la fotografía del registro de nacimiento de Libertad Vaquero, en el que aparece tachado su nombre y cambiado por el de Máxima. “El régimen no quiere que se atisbe ni una pequeña mota de ideología en ningún sitio”, afirma Moreno.
Frente a la coacción del régimen al bando republicano, hubo respuesta por parte de los represaliados, lo que Moreno define como “pequeñas resistencias”.
Pequeñas acciones como, por ejemplo, reescribir el himno franquista “Cara al Sol”: “Cara al sol limpiando las lentejas que nos tenemos que comer y puestas en fila por parejas cuando nos quieren ver”, reza esta versión, aún legible, escrita por las presas en la cárcel de mujeres de Almodóvar del Campo (Ciudad Real).
Para Moreno, es “una forma de resistencia” que explica la situación de las encarceladas: “Hubo pequeñas resistencias. Por eso, (la exposición) se llama pequeñas cosas, pero que son muy poderosas porque son tercas y traen muchas preguntas”.
RECORRIDO DE LA EXPOSICIÓN
La exposición, que ha estado en Madrid hasta este viernes, en el Centro UNED-Escuelas Pías, recorrerá diversos puntos de la geografía española más adelante como Barcelona, Santiago de Compostela, Ciudad Real o Sevilla.
El propósito de los responsables de la investigación, todos ellos procedentes de Ciudad Real, es organizar, a finales de este año, una gran exposición de nuevo en Madrid que aúne los objetos recogidos a su paso por los distintos enclaves y dar voz a los familiares para que, al fin, relaten su historia. EFE