Ciudad Real
- Lugar: cementerio municipal
- Geolocalización: 38.997845, -3.934814
- Víctimas: 1220 personas Más información
- Estado: Sin intervenir / Reconversión en memorial
- Historia:
La fosa del cementerio de Ciudad Real contiene los cuerpos de 1220 personas. Según consta en el libro del cementerio de Ciudad Real, la muerte que inaugura esta “la posguerra civil” y con ello la fosa de esta ciudad, es la de Juan Llanos Roig el 13 de abril de 1939. En ese registro se señala que el cuerpo de Juan procede del «campo de concentración».
Sin embargo, el asesinato que pone en marcha la maquinaria represiva de esa llamada “posguerra civil” se produce en realidad unos días antes, concretamente el 8 de abril de 1939. Ese día asesinaban a Arturo Gómez-Lobo, un asesinato que inauguraba simbólicamente la limpieza ideológica con la que el franquismo instauraba su régimen. Gómez-Lobo fue abogado, periodista, escritor y uno de los fundadores de Izquierda Republicana en Ciudad Real. Desde el comienzo de la guerra se convirtió en una de las figuras clave del Frente Popular al ser nombrado Presidente de la Junta Central. Entre el 23 de julio de 1937 y el 28 de enero 1938 abandonó la provincia al ser nombrado gobernador civil de Cuenca.
Esa limpieza ideológica de líderes políticos y de intelectuales comienza con el asesinato de Gómez-Lobo en 1939, pero continúa con el fusilamiento de numerosas personalidades: el doctor Francisco Colás, director de El Pueblo Manchego; Benigno Cardeñoso, secretario provincial de la Federación de Trabajadores de la Tierra (FTT); Mariano Bartolomé Carrasco, militante de la JSU y director de Komosol; José Tirado Berenguer, máximo responsable de la CNT en la provincia; León de Huelves, presidente del Jurado de Urgencia; el poeta Jesús Menchén; Pelayo Tortajada, organizador de las Misiones Pedagógicas en Ciudad Real y un importante miembro del PCE o los alcaldes de Ciudad Real Antonio Vargas Giménez y Calixto Pintor, entre muchos otros. Junto a éstos una buena parte de los dirigentes municipales de los diferentes pueblos, así como una gran parte de la militancia de la provincia fueron ejecutados y enterrados en la fosa de Ciudad Real.
Asesinados como consecuencia del fusilamiento [997 víctimas], muertos por las duras condiciones de la prisión [203 víctimas] o ejecutados a garrote vil [7] desde 1939 hasta finales de los años cuarenta, los cuerpos de todas las víctimas fueron enterrados en diferentes zonas del cementerio del municipio. Concretamente a lo largo del Patio 1° Departamento de Beneficencia, el Patio 1° por delante del Departamento 2°, el antiguo cementerio civil y el patio 6° del cementerio civil. Estas cuatro zonas se pueden dividir en dos, la zona católica destinada a aquellos represaliados que confesaron y la zona civil donde estarían los no confesos. Si en la zona “sagrada” las víctimas son enterradas junto a gente sin recursos, en la otra los cuerpos de los represaliados comparten espacio con los suicidas, con fetos o incluso con fragmentos de cuerpos. La deshumanización de las víctimas que comienza con la denigración en vida, continúa con la denigración en la muerte. De esta manera a los cuerpos prematuros, incompletos y “desgraciados”, se les añaden otros cuerpos que por ideología tampoco son considerados humanos: los cuerpos “marxistas”. Todos ellos comparten zona en un espacio que simbólicamente está destinado a lo no humano. Es precisamente en ese sentido que debemos entender el nombre de “corral” o “corralillo” con el que tantas veces se referían a ese lugar: un espacio que no contiene seres humanos sino animales o deshechos.
En las cuatro zonas del cementerio donde van destinados los represaliados, la ordenación de cada cuerpo responde a un número de fila, un número de sepultura y la altura a la que se encuentran. Estas alturas que dependen de la zona donde sea enterrada cada persona contienen un máximo de 8 individuos por sepultura. Junto a la ubicación de cada individuo, suele venir el origen de cada uno de ellos, explicitado en términos como “fusilado”, “ajusticiado” o “ejecución de criminal”, así como inscripciones sobre si el enterramiento llevaba caja, la referencia del traslado o incluso la exhumación realizada tiempo después.
Los cuerpos de la fosa de Ciudad Real se encuentran sujetos a tres posibles movimientos a lo largo del tiempo: exhumación, traslados a nichos familiares o traslado al osario. Si bien las exhumaciones de los cuerpos se corresponden en buena medida a los desplazamientos de las víctimas al panteón que los familiares construyeron en los años ochenta, también se dan, aunque en un porcentaje insignificante, el traslado, por petición familiar, de cuerpos a la zona católica o incluso a otros municipios. Por último estaría el traslado al osario, un desplazamiento observado en fosas como la de Villanueva de los Infantes y que, realizado para reutilizar el espacio del cementerio, supone el último escalón de la denigración. En la fosa del cementerio de Ciudad Real, los cuerpos que terminan en el osario están señalados. No es casualidad que correspondan a aquellas personas enterradas en “el corral”, pues en esa continuidad deshumanizadora los cuerpos que menos valen son los que antes pueden desaparecer. Todos los restos que acaban en el osario provienen, en este caso, del patio 6° del cementerio civil. De las 178 víctimas enterradas en el cementerio civil, serán 77 individuos los que acabarán amalgamados en un lugar que imposibilita a los familiares cualquier recuperación de los cuerpos.
En los años ochenta se abre una parte de la fosa, trasladando los restos a una zona donde se construyó un panteón. A partir de ese momento el panteón se convirtió en un lugar de memoria donde se realizan diferentes homenajes, y donde las familias han ido llevando flores y pequeñas lápidas con fotografías.
Mientras que para algunas familias el panteón ha significado un lugar de memoria, otras lo sienten como un lugar ajeno, como algo más lejano. La falta de un aviso a todas las familias durante la exhumación realizada, las problemáticas que surgen ante la imposibilidad de utilizar una metodología científica para las exhumaciones en ese momento lo que conlleva una cierta delegación en los familiares la gestión de cuerpos encontrados en diferentes zonas del cementerio y mezclados unos con otros, e incluso la ausencia de todos los nombres en el panteón ha hecho que muchas familias no tengan una relación afectiva con ese lugar.
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